25 d’oct. 2013

RELACIONES DE PAREJA

En nuestras relaciones de pareja se nos complica cuando deja de existir entre nosotros el apasionamiento que en un principio había, entonces creemos que se ha perdido la chispa de la relación, y podemos caer en el aburrimiento si en la pareja no hemos fomentado el cariño y el aprecio. Si no creamos una relación basada en el afecto, cuando la intensidad del inicio termina probablemente no quede nada, pero si construimos nuestra pareja desde el cariño, el diálogo y la comprensión posiblemente nuestra pareja tenga una base más fuerte y continúe creciendo y fortificándose.

Si quieres que tu relación de pareja funcione, hay una serie de premisas que tienes que comprender e intentar llevar a la práctica.

Acepta a tu pareja tal cuál es, con sus defectos y virtudes, concédele el derecho a equivocarse, es posible que tu pareja tenga costumbres o formas de comportarse que no te agraden, en ese caso tienes el derecho de pedirle que cambie, pero no a exigírselo, él o ella modificaran ese aspecto si lo creen conveniente para acercar la relación. Si le haces una petición de cambio exprésalo desde la influencia. También tienes que conceder el derecho a que la otra persona no vea razonable aquello que le propones, y no acepte el cambio tal y cómo planteas.

Deja que tu pareja influya sobre ti, al igual que tú deseas influir en tu pareja. Ten en cuenta que influencia no es lo mismo que control o dominancia. La influencia es algo que eliges voluntariamente cuando aceptas una sugerencia de otra persona o cuando haces un cambio en tu comportamiento tras una petición; acepta sus criticas no te enfurezcas y entres en la dinámica de sentirte ofendido. Intenta centrarte en la parte constructiva de la crítica y no en la negativa, la crítica es en realidad una petición de cambio por parte de la otra persona hacia ti, y no necesariamente intenta herirte.

Expresa tu cariño y aprecio, se detallista, hazle cumplidos, exprésale lo que sientes por él o ella; incluso si hace algo que te desagrada, intenta buscar aquello que si te agrada para expresarlo desde lo positivo.

No establezcas relaciones de dependencia, dale autonomía a tu pareja,  sin  entrar en el miedo al abandono. Si piensas que amas tanto a tu pareja que te morirías si te dejase y sientes celos a menudo o ansiedad ante la posibilidad de un abandono, en realidad no sientes amor, sino dependencia. Empieza a pensar que sí podrías superarlo, que puedes vivir sin esa persona y sin pareja, como hace tanta gente, y que podrías encontrar a alguien de quien volver a enamorarte.

Es posible que si tienes en cuenta estas pequeñas cosas, y las intentas poner en marcha, la relación funcionará mejor. Es importante creer que el cambio o la evolución de la pareja empieza por uno mismo.


Patricia Catalá

Orienta psicólogos

10 d’oct. 2013

EL SÍNDROME DE WENDY


El desarrollar conductas Wendy es uno de los síndromes que pueden sufrir tanto hombres como mujeres, debido a la necesidad de sentirse aceptado, respaldado y con miedo a sentir que no es querido, de ser rechazado o abandonado, entonces estamos ante personas que intentan agradar y complacer a los demás debido a estos temores. 

Es habitual encontrarnos a personas Wendy detrás de otras con comportamientos Peter Pan, encargándose de hacer aquello que estos son incapaces de llevar a cabo.

Las personas que sufren el síndrome de Wendy actúan hacia sus parejas, hijos, o personas más próximas de manera que les sobreprotegen liberándoles de sus responsabilidades, desarrollando roles de padre o madre; por ejemplo es la madre que despierta a su hijo mayor para que no se duerma, o que continuamente le hace los deberes, o le prepara sus trabajos, o la esposa que asume todas las responsabilidades domésticas, etc…convirtiéndose en Wendy en sus núcleos familiares. En definitiva son las personas que asumen  las responsabilidades de los que le rodean y quién toma las decisiones, justificando la informalidad de su pareja ante los demás.

Los/as Wendy suelen actuar sintiéndose imprescindibles, entienden el amor como sacrificio y resignación, evitan a toda costa que alguien se enfade, intentan hacer felices a la pareja, insisten en hacer las cosas por los otros, tienen una fuerte necesidad de cuidar a los demás, en definitiva se convierten en el progenitor/a de la pareja…

Como hemos comentado anteriormente, la forma de comportarse de cualquier Wendy basada en el miedo a  ser rechazado, al complejo de inferioridad y al afán de gustar a los demás, le lleva a un sufrimiento emocional que compensa asumiendo desmesuradamente el cuidado de los que le rodean. Estos comportamientos se perpetúan debido a un conjunto de variables ( las circunstancias que envuelven a la persona, la personalidad, la educación…) por ejemplo el tener padres sobreprotectores pueden crear en sus hijos un fuerte deseo de independencia o generar en su hijo conductas Peter Pan, o en su marido o en las personas a las que esté sobreprotegiendo; para poder superar estos miedos y no llegar a establecer estos vínculos un tanto desequilibrados con las personas más próximas los Wendy han de empezar a establecer relaciones más equitativas, escuchando los problemas de los demás pero sin sentirse obligados a resolverlos, empezando a practicar decir NO, aprendiendo a madurar que cada uno es responsable de su vida, no asumiendo las responsabilidades y deberes del otro...
 
Es posible que los Wendy tengan un tanto dañada su autoestima e intentan compensar estas carencias propias descuidándose a si mismos, y cuidando excesivamente a los demás.
Si sientes que puedes estar desarrollando conductas propias de un/a Wendy, has de empezar a cuidarte más a ti mismo/a.

 
Patricia Catalá
Orienta psicólogos

VIVIR DE LOS RECUERDOS


 
En muchas ocasiones y debido a circunstancias presentes, las personas nos vemos inmiscuidas en momentos del pasado que nos ayudan a entender mejor el presente que podamos estar viviendo. El otro día un buen amigo me comentaba que últimamente está recordando más que nunca sus historias y experiencias del pasado y que le servía mucho para poder soportar la complicada situación personal que está viviendo en estos momentos. Esto nos demuestra que vivir es pasado, presente y futuro, que nuestra vida pasa continuamente por estos tiempos, y nos condiciona a ver las cosas dependiendo de en qué momento estemos centrados.
 
Si estamos viviendo desde el pasado, probablemente es que veamos con melancolía nuestra vida y queramos revivir determinados momentos que fueron más felices; si vivimos en el futuro, planificando lo que haremos, estamos proyectando la ilusión del presente en momentos que vendrán y serán mejores que los que tenemos ahora. Y, ¿por qué las personas nos movemos recorriendo estos tres tiempos, y pasamos más incluso en pasado y futuro?, es probable que la educación nos centre y nos diga que tenemos que ser previsores y planificarnos para lo que tiene que venir; también es posible que nos agarremos a lo conocido, a lo que ya hemos vivido y esto es el pasado, y sobre él construyamos nuestros cimientos de la evolución, partiendo de lo que ya hemos sufrido, aprendido, experimentado. Mi pregunta es, ¿por qué no vivimos más lo de ahora? El presente, porqué no nos centramos en el vivir más cada instante en el trabajo, con nuestra familia, con los amigos, con nuestra pareja…estos momentos presentes son los que nos traen el futuro, y nos permiten estar más en la realidad de nuestras vidas. ¿Será esto de lo que huimos?, nos estamos queriendo evadir de nuestra realidad y olvidarnos de aquellas cosas de nuestra cotidianeidad que no nos gustan, y para poderlas soportar pues no nos enfocamos en ellas porque también tenemos la sensación de que no las vamos a poder cambiar?... entonces, conseguimos dos cosas:

Primera refugiarnos y tolerar mejor aquellas situaciones, personas, momentos que no aguantamos; segundo, y posiblemente en desventaja, no somos capaces de resolver más a lo que nos conviene porque nos hemos puesto una venda en los ojos, estamos fuera de nuestra realidad; esta forma de defendernos hace que no actuemos tomando las decisiones correctas para vivir el presente más felices y de acuerdo a lo que queremos vivir. Céntrate en el AHORA, vive cada momento con la intensidad que te convenga, y disfruta de lo que te aporte, de lo que cada instante te enseñe.


Patricia Catalá
Orienta psicólogos
 

7 d’oct. 2013

¿Se puede frenar el ritmo de vida?



Aprender a vivir el presente es el mejor modo de afrontar los problemas físicos y psicológicos de largas jornadas de trabajo

Horarios imposibles, días o semanas enteras sin ver a padres, hermanos y amigos y, a duras penas, encontrar un rato para charlar con la pareja o los hijos. Aficiones personales relegadas por el trabajo y citas aplazadas “sine die”. El estilo de vida imperante exige demasiado y en áreas diversas: familiar, laboral, de pareja, social… lo que ha provocado que uno de cada diez adultos padezca estrés, depresión o agotamiento. Un cambio de hábitos y tener recursos personales para aliviar la presión que el entorno ejerce sobre cada uno, puede ayudar a sobrellevar el acelerado ritmo de vida.

 
 
Cuestión de habilidad
Estrés, depresión y agotamiento. Uno de cada diez adultos de todo el mundo sufre estos síntomas, según un informe reciente de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), que predice un aumento drástico de estos trastornos debido al modo de vida actual. El crecimiento de enfermedades relacionadas a estos trastornos -como las enfermedades coronarias, los derrames cerebrales, el cáncer o la diabetes- se aceleran con extrema rapidez, según algunos especialistas. El estilo de vida actual exige un exceso de tareas, todas bien hechas y en todos ámbitos (familiar, laboral o social). Y, metidos en esta vorágine, nadie quiere quedarse atrás o hacerlo peor que los demás. ¿Cómo puede afectar a una persona este “no poder parar”? Un ritmo de vida acelerado puede pasar factura y provocar ansiedad, depresión o trastornos psicológicos en los casos más graves.

Así lo asegura Ángel Puerta, socio consultor del madrileño Grupo Luria de psicólogos, quien indica que desde hace unos años se observa un aumento de pacientes adultos por esta causa en las consultas de los psicólogos. Y, según señala, esta demanda social “se puede observar en la cantidad de empresas que ofrecen ‘productos mágicos’ para terminar con la ansiedad, como organizar fiestas…”. Pero para superar el estrés que provoca el ritmo actual de vida no existen soluciones mágicas –dice Puerta-, sino la existencia de recursos y habilidades personales (saber cómo manejar los pensamientos y actuaciones). Una capacidad que no tienen todas las personas por igual, y que a muchos provoca graves problemas. Como Puerta, Verónica Guillén, psicóloga y coordinadora del gabinete de Psicología Previ de Valencia, explica que la manera de reaccionar ante el ritmo actual depende, en gran medida, de las personas, ya que algunas son más vulnerables que otras a padecer trastornos psicológicos, lo que también depende del tipo de ‘estresor’, así como de la intensidad y duración del mismo.
La presión ante un exceso de tareas afecta tanto a hombres como a mujeres, ¿pero lo hace del mismo modo? Según Guillén, las mujeres suelen ser más propensas a padecer este trastorno, aunque depende del trastorno específico que sufran. Por el contrario, Ángel Puerta opina que las mujeres están más acostumbradas a realizar múltiples tareas y salir airosas de todas ellas, por lo que someterse a la vorágine de un ritmo de vida demasiado rápido les supone un problema menor que a la mayoría de los hombres. Además, la presión excesiva se puede sentir a cualquier edad, ya sea en la adolescencia, la edad adulta o la vejez, cuando hay problemas para llegar a fin de mes o preocupación por la precariedad de la salud. Pero el ritmo de vida más acelerado se da durante la etapa de actividad laboral, por lo que es más frecuente sufrirlo en edades comprendidas entre los 25 y los 44 años, según explica la psicóloga del centro valenciano.
La presión ante un exceso de tareas afecta tanto a hombres como a mujeres, ¿pero lo hace del mismo modo? Según Guillén, las mujeres suelen ser más propensas a padecer este trastorno, aunque depende del trastorno específico que sufran. Por el contrario, Ángel Puerta opina que las mujeres están más acostumbradas a realizar múltiples tareas y salir airosas de todas ellas, por lo que someterse a la vorágine de un ritmo de vida demasiado rápido les supone un problema menor que a la mayoría de los hombres. Además, la presión excesiva se puede sentir a cualquier edad, ya sea en la adolescencia, la edad adulta o la vejez, cuando hay problemas para llegar a fin de mes o preocupación por la precariedad de la salud. Pero el ritmo de vida más acelerado se da durante la etapa de actividad laboral, por lo que es más frecuente sufrirlo en edades comprendidas entre los 25 y los 44 años, según explica la psicóloga del centro valenciano.

Síntomas de alarma
La necesidad de realizar numerosas actividades a lo largo del día genera estrés, pero en muchas ocasiones no nos damos cuenta de que estamos padeciéndolo. ¿La razón? El experto del grupo Luria explica que todos estamos preparados para afrontar la presión y por ello no nos damos cuenta de que ésta nos está superando. Pero no es difícil reconocer los signos de alarma, que Puerta resume en:
  • Dolores de cabeza: Es un síntoma si son recurrentes y nunca antes se habían padecido con tal frecuencia.
  • Trastornos del sueño: Dormir mal sin causa aparente que lo justifique.
  • Cansancio: Puede notarse un cansancio mayor de lo habitual, que no se sabe a qué causa achacar en concreto.
  • Problemas con la bebida y la comida: Cuando la ansiedad es muy fuerte, algunas personas empiezan a beber o comer en exceso, sin razón aparente que lo justifique.
Verónica Guillén aclara que en muchas personas el ritmo de vida puede llegar a provocar trastornos de ansiedad, como un trastorno de angustia (ataques de pánico) o un trastorno de ansiedad generalizada. Asimismo, “en algunas personas se pueden desencadenar trastornos del estado de ánimo, entre ellos depresión o distimia, o padecer los llamados trastornos somatoformes (trastorno por dolor, hipocondría)”, asegura la experta.
Según los datos del Manual Diagnóstico y estadístico de trastornos mentales), las prevalencias específicas para cada trastorno son:
  • Trastorno de pánico: Se sitúa entre el 1,5% y el 3,5% de la población general. Se diagnostica dos veces más en mujeres que en hombres.
  • Trastorno de ansiedad generalizada: La prevalencia global es del 5% de la población general.
  • Trastornos del estado de ánimo: El riesgo de sufrir a lo largo de la vida un trastorno depresivo mayor es del 10-25% para las mujeres y entre el 5-12% para los varones. Tanto en adultos como en adolescentes es dos veces más frecuentes en mujeres que en hombres.
Cómo solucionarlo
El cuerpo humano, en los aspectos físicos y psicológicos, está preparado para afrontar presión, pero hay que adecuar el ritmo de vida a sistemas proporcionales, y nunca hacer más de lo que se pueda. Para ello es necesario buscar mecanismos genéricos de compensación, según indica ángel Puerta, del grupo Luria:
  • Tener una amplia red social de amigos: Salir, no perder el contacto con los amigos, quedar con ellos,….
  • Practicar ejercicio físico: La práctica de ejercicio físico es fundamental para liberar tensiones y muy beneficiosa para las personas que soportan un exceso de actividad.
  • Comunicación: Hablar con alguien sobre la ansiedad y angustia que le supone el ritmo de vida que lleva es muy beneficioso.
La psicóloga de Valencia añade a estas recomendaciones la importancia de acudir a profesionales que puedan ayudar a superar la presión. Asegura que en la actualidad existen muy buenos programas de tratamiento, breves y eficaces. Pero –explica la psicóloga- el mejor tratamiento es prevenir, en este caso concreto desacelerar el ritmo de vida. Para lo que es muy importante:
  • Organizar de forma coherente las prioridades.
  • Ser realistas con las expectativas y ver hasta dónde podemos llegar, para poder disfrutar de otras cosas importantísimas de la vida. Paradójicamente, nos volvemos más productivos cuando lo llevamos a cabo, es decir, estamos más tranquilos, pensamos mejor y resolvemos más y más pronto.
  • Intentar seguir el "ritmo de la vida", es decir, intentar fijar nuestra atención en el instante presente. Aunque pueda sonar a tópico, es realmente difícil de llevar a la práctica porque se trata de "sincronizarnos con el momento presente", tal y como va sucediendo (uno- detrás -de -otro), ya no sólo para disfrutarlo, sino para poder hacerle frente a los problemas desde la serenidad y la reflexión.
  • Desacelerar el ritmo: el mejor modo de adaptación a estos tiempos donde todo sucede tan rápido, paradójicamente, es desacelerar nuestro ritmo de vida. No hay que vivir haciendo constantemente planes futuros, ni vivir de recuerdos del pasado, porque se pierde el presente.
  • Disfrutar del momento presente: es muy importante aprender a fijar nuestra atención y nuestros sentidos en el ahora, para llegar a vivir y disfrutar del momento presente.

3 d’oct. 2013

Las Relaciones Virtuales


 
En la actualidad Internet nos propone una vía de contacto con personas que de otra manera nos serían inaccesibles.  Gracias a las nuevas tecnologías superamos las distancias físicas y saciamos la curiosidad de conocer gente, con quienes compartimos aficiones e intereses. Pero se sabe que las relaciones que se mantienen a través de Internet pueden crear adicción si se sustituyen a las del mundo físico, el de nuestros amigos y familiares “reales”, sobre todo crea adicción a personas con problemas emocionales y de relación que, pretendiendo resolverlos, pueden quedar atrapados en la Red hasta el punto de que se transforme en su única forma de comunicación con los demás. 

Las personas que se relacionan a través de Internet experimentan una sensación de libertad que no obtienen en las relaciones ordinarias, el comunicarse a través de la escritura les descubre interioridades que en la vida ordinaria permanecen ocultas y esta actividad les  permite practicar el simulacro, la posibilidad de jugar a ser otras personas, de vivir otras vidas, aunque sea de forma pasajera. Pero, sobre todo, quien comparte con otras personas su tiempo gracias a Internet entiende que puede romper el compromiso con sus interlocutores de manera unilateral y sin explicaciones. 

Todo lo descrito anteriormente, salvo la incapacidad de asumir compromisos, no es bueno ni malo. Jugar a ser otro es una práctica unida al hombre y la mujer, descubrir matices de uno mismo gracias a su plasmación por escrito puede ser positivo; sentirse libre y seguro con lo que se hace, también. Quienes encuentran en Internet una fórmula más que sumar a sus otras formas de relacionarse, harán de la Red un lugar donde se expresarán felices y sociables, donde conversar, donde aprender cosas nuevas y compartir sentimientos y conocimientos. Harán de su ordenador y de Internet un instrumento más para su desarrollo personal y enriquecerán su vida social. 

Pero Internet puede convertirse en un refugio y despertar patologías ocultas o agudizarlas. Ofrece la posibilidad de vivir una irrealidad sin conexiones coherentes, algo muy atractivo para quien no se siente feliz consigo mismo. También posibilita hacer daño y expone a sufrirlo. La alerta se dispara cuando esta herramienta, que da libertad, o al menos ofrece la sensación de darla, se convierte en una nueva forma de dependencia que se dará cuando: las horas libres se dedican de forma casi exclusiva a relacionarse con otras personas a través de Internet, descuidamos los lazos anteriores de amistad, o incluso se rompen, y se invierten muchas más horas a una conversación virtual de lo que es capaz de dedicárselo a una relación personal, incluso robando horas de sueño, trabajo u otras obligaciones.

Conociendo estas pegas que puede tener Internet no podemos convertirla en una herramienta maligna, puesto que es una oportunidad que se nos abre para contactar y relacionarnos salvando los límites físicos.


Patricia Catalá
Orienta psicólogos