Todas
las personas debemos afrontar en nuestras vidas grandes o pequeñas apuestas
fallidas.¿Cuántas iniciativas empresariales no se consolidan? ¿Escogimos bien
nuestra profesión? ¿Cuántas parejas se hacen y se deshacen? Son muy comunes los
intentos que hacemos por cambiar malos hábitos, como fumar, comer sin orden o
mejorar nuestro comportamiento, pero no estamos preparados para aceptar el no
conseguir lograrlos. Ni la educación social, ni la escolar, ni la familiar nos
enseña de manera adecuada para asumir los errores (tampoco los éxitos) que
cometemos. La consecuencia es que no aprendemos a partir de ellos, porque nos
han enseñado a bloquearlos más que a transformarlos; Pero sin errores no
podemos avanzar. Aprendamos, por tanto, a reaccionar de forma que también
podamos sacar partido de los momentos menos satisfactorios. Estamos
acostumbrados a reaccionar ante nuestras equivocaciones negando la posibilidad
de aprendizaje, parece que continuamente nos digamos “Si
hubiese hecho, si hubiese dicho, si me hubiese comportado de otra manera o
hubiera optado por la otra opción"...continuamente echamos la vista atrás
y nos culpabilizamos por acciones de nuestro pasado y pensamos que ahora
pagamos las consecuencias, achacando lo que no nos gusta del presente a
situaciones desfavorables que nos tocó vivir, incluso pensando que si
pudiéramos cambiaríamos algunas cosas
vividas.
Hemos de admitir que las decisiones que resultaron no ser las más
acertadas condicionan muchas facetas de nuestra vida. De hecho, lo que somos es
producto tanto de lo que hicimos como de lo que dejamos de hacer, y nos afecta
en todos los ámbitos. Es comprensible que en determinadas situaciones, que
suelen coincidir con momentos de inestabilidad o de carencias emocionales, nos
lamentemos por no haber adquirido habilidades concretas o por haber dejado
escapar a aquella persona que tanto bien nos hacía. Sentirlo con cierta
añoranza no es negativo, siempre que aceptemos nuestro presente y lo vivamos
con agrado, no con resignación. Pero si no partimos de esa aceptación y andamos
de continuo con la vista atrás pensando en lo que pudo haber sido, tendremos
que plantearnos si no estamos viviendo con asignaturas pendientes.
Patricia
Catalá
Orienta
psicólogos