18 d’oct. 2014

Aceptemos nuestros errores

El fracaso nos acompaña durante toda la vida a la  que lo hacen los triunfos, pero ¿estamos preparados para aceptar los fracasos y reaccionar positivamente ante ellos?.

Todas las personas debemos afrontar en nuestras vidas grandes o pequeñas apuestas fallidas.¿Cuántas iniciativas empresariales no se consolidan? ¿Escogimos bien nuestra profesión? ¿Cuántas parejas se hacen y se deshacen? Son muy comunes los intentos que hacemos por cambiar malos hábitos, como fumar, comer sin orden o mejorar nuestro comportamiento, pero no estamos preparados para aceptar el no conseguir lograrlos. Ni la educación social, ni la escolar, ni la familiar nos enseña de manera adecuada para asumir los errores (tampoco los éxitos) que cometemos. La consecuencia es que no aprendemos a partir de ellos, porque nos han enseñado a bloquearlos más que a transformarlos; Pero sin errores no podemos avanzar. Aprendamos, por tanto, a reaccionar de forma que también podamos sacar partido de los momentos menos satisfactorios. Estamos acostumbrados a reaccionar ante nuestras equivocaciones negando la posibilidad de aprendizaje, parece que continuamente nos digamos “Si hubiese hecho, si hubiese dicho, si me hubiese comportado de otra manera o hubiera optado por la otra opción"...continuamente echamos la vista atrás y nos culpabilizamos por acciones de nuestro pasado y pensamos que ahora pagamos las consecuencias, achacando lo que no nos gusta del presente a situaciones desfavorables que nos tocó vivir, incluso pensando que si pudiéramos  cambiaríamos algunas cosas vividas.

Hemos de admitir que las decisiones que resultaron no ser las más acertadas condicionan muchas facetas de nuestra vida. De hecho, lo que somos es producto tanto de lo que hicimos como de lo que dejamos de hacer, y nos afecta en todos los ámbitos. Es comprensible que en determinadas situaciones, que suelen coincidir con momentos de inestabilidad o de carencias emocionales, nos lamentemos por no haber adquirido habilidades concretas o por haber dejado escapar a aquella persona que tanto bien nos hacía. Sentirlo con cierta añoranza no es negativo, siempre que aceptemos nuestro presente y lo vivamos con agrado, no con resignación. Pero si no partimos de esa aceptación y andamos de continuo con la vista atrás pensando en lo que pudo haber sido, tendremos que plantearnos si no estamos viviendo con asignaturas pendientes.
 
Patricia Catalá
                                                                                                                                       Orienta psicólogos